Recorremos en esta etapa el Parque Natural do Vale do Guadiana, en donde el río se encaja en la roca hasta explotar en un cañón estrecho, capaz de saltar un lobo, donde el agua se pulveriza rabiosa y sigue rompiendo la piedra. Un lugar sobrecogedor que el mismo Saramago dice que no es de este mundo, sino un meteorito oscuro y misterioso.
El descenso integral del río Guadiana en proto-embarcaciones de fibras vegetales Abril-mayo de 2016
Dale al play y disfruta de la lectura:
J. S. Bach ; Toccata & Fugue in Dm, by Sinfonity
O PULO DO LOBO
Un paso mítico
Inmediatamente debajo de la cabeza del dragón, la inmensa mole de hormigón que forma el Alqueva, otros 23 kilómetros del río están inundados por la presa de Pedrogao, el contra-embalse del Alqueva, una pieza clave para su regulación y su sistema de obtención de energía, pues desde aquí se retorna el agua hacia arriba, una manera sofisticada de devolver la energía potencial al agua que podrá caer de nuevo moviendo turbinas.
El Guadiana tras el embalse de Pedrogao recupera su naturaleza
Esperamos, junto a todos los que sienten el río como un ser vivo y saben escucharlo, que la gestión de este complejo garantice también la suelta de caudales naturales para la supervivencia del río aguas abajo, cuando el Guadiana se tenga que enfrentar a la subida de las mareas en su juego de fuerzas diario con el agua del mar, pues a partir de aquí ya no hay más presas que lo sometan.
Pilar sin caño en un poblado aguas abajo de Gran Lago
Dejamos atrás las “Terras do Grande Lago”, con sus grabados en piedra sumergidos pero con sus esperanzas a flote, para dirigirnos ahora al primer gran espacio natural protegido con la figura de Parque ya en Portugal, el tercero de la expedición que empezamos en las lagunas encantadas de Ruidera y continuamos en las tablas fluviales más famosas de la Mancha. La serie la cerrará, cercano al océano, el Sapal de Castro Marím, completando los parques que nuestro recorrido quería unir, como lo hace el río.
Puente de los Quintos, en Serpa
Ya no nos asomaremos a él hasta el puente de Quintos, para comprobar cómo afloran las rocas del fondo en un cauce somero, sin caudal apenas y que se va encajonando rompiendo los esquistos y las cuarcitas que quieren que el agua se agite y salte y se blanquee, unas veces atravesándose a su paso, otros tramos corriendo paralelas con él. Se recupera la vegetación de ribera en un cordón de mimbres y fresnos y escuchamos de nuevo al cetia ruiseñor, aunque con otro acento.
Un viejo puente de hierro del ferrocarril atraviesa el río tras Pedrogao
En los sitios propicios, las azenhas se sitúan temerosamente en la orilla, adoptando cada vez más la forma de un fortín que soporte las crecidas. Sus formas redondeadas y sus cubiertas curvas, los contrafuertes, nos están contando lo que fue el río cuando se ponía bravo y cómo supieron sobrevivir a él, aunque no al abandono. La Zona Fluvial Azenhas de Quintos o la Praia Fluvial Azenhas do Guadiana pretenden mantener en valor algunas de las sesenta que se calculan molían en estas riberas.
En el Parque del Valle Medio del Guadiana, con nuestra última reserva de enea
Cruzamos ahora de margen para poder llegar al Parque Natural de Vale do Guadiana, que se extiende de Serpa a Mértola, su centro geográfico y cultural, hasta Pomaraô en la foz del Chanza, donde el Guadiana recobrará su papel de frontera.
Mapa-Vale do Guadiana
No contábamos con el permiso de las autoridades ambientales portuguesas para navegar el río en su tránsito por el Parque aguas arriba de Mértola; el ICNF, Instituto da Conservaçao da Naturaleza e das Florestas, no lo consideró oportuno por ser época de cría de aves, uno de sus valores más destacados. Sabemos que es área de nidificación de la escasa y bravía cigüeña negra, que cuelga sus nidos en los cortados de las rocas que dan al río y es muy sensible a las molestias que se le causen en esa época.
La cigueña negra en el centro del Parque de Valo do Guadiana, Amendoeira da Serra
Campean también las rapaces más grandes, el águila real, la imperial y la más ágil, la perdicera y en los cultivos abandonados y zonas abiertas se escuchaban las calandrias y pastan camufladas las avutardas hasta que el vuelo del aguilucho cenizo las alerta.
Instalación en Amendoeira, la puerta de entrada al paraje del Pulo
De modo que nos dirigimos por pistas de tierra lejanas al agua hasta Amendoeira da Serra, ondulando entre dehesas de encinas, plantaciones de pinos, almendrales resecos y jaras, romeros y lavandas, hasta el lugar de la leyenda, el mítico Pulo do Lobo.
Cuenta la leyenda que hay un lugar en el grande rio do sul, el extenso Guadiana que habíamos navegado desparramado en Mérida con un kilómetro de anchura, en el que un lobo puede pasar de una a otra orilla dando un salto.
La Estación de Aforo antes de que el agua se precipite
Este es el lugar, de repente el camino y el río se precipitan al fondo del valle, la roca desnuda, sin vegetación de ribera salvo alguna venenosa adelfa o el pinchudo tamujo, adaptados a las crecidas torrenciales y algún arrayán perfumado, a resguardo entre las piedras.
El Salto del Lobo, el Guadiana blanco
Nos llega ya el ruido del agua al precipitarse encajonada entre rocas, que muestran su desgaste tomando la forma de marmitas de gigante o aristas de roca negra como espadas de hierro, estamos al borde de un cañón sorprendente por inesperado, que salva un desnivel de casi 20 metros con apenas cinco o seis de ancho y por ahí pasa todo el río enfurecido, vestido de blanco de espuma, hasta bajar a un cañón de paredes verticales excavado recto como un canal, tan sobrecogedor como la propia cascada.
El salto en nuestra anterior visita en 2008. Foto Alejandro Rodriguez
El Guadiana sorprendido, después de tanta revuelta, va alcanzando su propósito de ponerse a la altura del mar, tranquilizándose poco a poco, como preparándose para la gran transformación, al igual que hacemos nosotros.
Marmitas de gigante
Este pulo, este salto, junto a la cascada de la Charca de los Bueyes, hoy sumergida, tuvieron que ser las barreras más importantes a la navegación, era evidente al menos con aguas bajas, como es también infranqueable para los peces migradores que entran en el río para desovar, como la lamprea o el sábalo, considerado extinto en muchos ríos europeos, o los que pasan en el río una fase de su vida antes de ir al océano, como la anguila.
El cañón tras la cascada del Pulo
Pero entonces, ¿cómo llegaron las anguilas al alto Guadiana? Y las lampreas que se citan en el Río Azuer? ¿Aprovecharían las crecidas, cuando es más difícil remontar? Un misterio que dejamos abierto a la imaginación.