Hoy nos detenemos en un lugar especial, por su nombre y por lo que vamos a encontrarnos allí, no sólo barcos del Bajo Guadiana, y redes y cestos trampa y anzuelos, sino las historias de las relaciones entre las dos orillas, del intercambio encubierto de mercancías, de los enlaces amorosos a ambos lados de la raya.
El descenso integral del río Guadiana en proto-embarcaciones de fibras vegetales Abril-mayo de 2016
Dale al play y disfruta de la lectura:
Marta Pereira da Costa & Camané – Fado Laranjeira
LOS GUERREROS DEL RÍO
Tras liberarnos del fango y cargar las embarcaciones, más pesadas que nunca, comprobamos que los refuerzos del fondo han aguantado bien el arrastre de la salida. Unos cafés con leche en la pequeña cantina del embarcadero rodeados de “guerreros” que nos miran con curiosidad pero sobretodo a nuestras insólitos barcos vegetales de proa trenzada y retorcida hacia arriba, decoradas con las plumas de ganso que habíamos ido recogiendo del agua en los tramos extremeños.
En el pueblo de los gerreros del río, con los barcos ya fuera del agua
Todos ellos eran conocedores de alguna las artes de pesca más utilizadas por estos lares, de Mértola a Guerreiros, lo vimos en sus manos y en sus ojos, practicando la pesca nocturna al candeio, con una fisga o arpón para ensartar a los peces atraídos por la luz de un farol, tal como la conocíamos por los relatos de pescadores con rejaca de las Tablas, tan lejanas; pescando con trasmallo, una red vertical con pesas y flotadores, o usando cestos de fácil entrada y difícil salida, trampas universales, aquí llamados covos, hechos de varas y cañas, o con nassas, cestos de alambre para anguilas; el peligroso palangre, con su línea de anzuelos y la estacada también llamada de cerco o tapa esteiros, una gran red hoy prohibida que cerraba ensenadas y afluentes Así fué durante siglos.
Barco de pesca musealizado
Tanto buscar por los remansos, embarcaderos y puertos a los barcos del Guadiana, en un intento de establecer una tipología acorde con el propio río y la tradición de los carpinteros de ribera y nos encontramos aquí en este pueblo pesquero, de nombre tan sorprendente, una colección única fruto del amor al río y una promesa.
A las puertas de Museu do Rio
Su Museu do Rio nos ofrece la exposición permanente “Mirar al Guadiana por dentro”. No podía ser más acertada la visita, porque ahí vamos a conocer no sólo la más completa colección de barcos y artes de pesca, sino la historia oculta de las relaciones entre las dos orillas.
La compartiremos, pues es digna de permanecer en la memoria.
En las calles de Alcoutim, a quien pertenece Guerreiros
La Colección “Barcos tradicionales del Bajo Guadiana” de José Murta Pereira, reproduce fielmente cada uno de los barcos que su autor conoció en el río y que navegaron hasta mediados de la década de los 60, desde el barco-puente de Mértola, que arrastró una crecida, a los vapores de transporte de personas y todo tipo de materiales desde harina a carbón, naranjas o hierro, peces o cocaína.
Un logotipo singular, pescadores guerreros, su arma un tridente
Desde botes a canoas a remo y vela, lanchas para pesca con redes o trasmallos como el Carla, transitando arriba y abajo, buscando el encuentro fértil en peces de la mezcla de las aguas dulces y saladas del Atlántico. El Lucilia y el Laurinda nos llaman especialmente la atención por su enorme artilugio pesquero, único de esta parte del Guadiana y en el Guadalquivir, donde puede tener su origen, el arte de red de colher, dos grandes varas sobrepasan largamente la popa sustentando una red fina a modo de cuchara que se sumerge y eleva con un enorme esfuerzo del pescador que maneja a
el remo y toda la estructura. La primera maqueta que José realizó cumpliendo así la promesa hecha a su mujer.
Descubriendo los secretos de la navegación en el Bajo Guadiana
Nos detenemos ante la vitrina del “Guadiana” con motor de gasóleo que sustituyó a los de vapor que navegaban desde el siglo XVIII y que acabó viajando hasta las Azores. Nos encantan sobre todo los de vela latina o cangreja, con tan airosos triángulos y trapecios de lona blanca, como el Lino, el Paula o el Boa Esperança; nos emociona la Romanita una canoa de vela latina con la misión de barco correo.
Todas pilotadas por expertos conocedores de la topografía del río, de los vientos, de las corrientes y de los puntos adecuados de embarque y desembarque.
Barco con red de cuchara, un arte primitivo originario del Guadalquivir
Algunas lanchas complementaban sus ingresos con una actividad clandestina que se mantuvo en el río durante décadas: contrabando. Café, azúcar, almendras, jabón, perfume, ropa o calzado iban y venían amparados en el trasiego continuo de barcos o en la obscuridad de la noche, y tras ellos la lancha del Guarda Fiscal, cuando se detectaban movimientos extraños desde las garitas que cubren estos últimos 80 kilómetros de frontera.
Un covo, cesto trampa para la pesca
O más arriesgado aún, aventurarse a nado, con los productos en sacos impermeabilizados con aceite, o en balsas de cañas, aprovechando las corrientes que les ayudaran a ir de un lugar a otro.
Cuántas veces se perdieron las cargas y con ellas la ropa de los nadadores que debían aguantar desnudos escondidos hasta que pasara el peligro de ser descubiertos o recibir ayuda.
La proa trenzada aguantó airosa toda la travesía
Cuántas relaciones amorosas entre una y otra orilla, aprovechando los viajes furtivos, cuánto material para escribir y novelar. Cuánto afán de supervivencia.
Monumento al contrabando en Alcoutim, que ayudó a subsistir a tanta gente en la riberas
Ojalá que nuestros barcos hayan merecido compartir un momento de la historia con ellos, con los valientes guerreros del río.