Vuelve el Guadiana a ser internacional y se llena de veleros que anclan en mitad del cauce y miran hacia arriba o hacia abajo según el flujo de las mareas. Nuestra expedición presiente su fin pero aún queda por navegar el río más ancho y descubrir mucha información que dábamos por perdida pero que se guarda cuidadosamente en paneles de azulejos, relatos y museos
El descenso integral del río Guadiana en proto-embarcaciones de fibras vegetales Abril-mayo de 2016
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Saudades – Bruno Chaveiro
ALCOUTIM Y SANLÚCAR
Los pueblos espejo
A partir de la desembocadura del Chanza, el Guadiana vuelve a ser frontera, ahora ya entre otras dos regiones hermanas el Algarve y Andalucía. Nos quedan los últimos 50 kilómetros de descenso, el tiempo apremia, a todos se nos acaba este tiempo de argonautas en nuestras vidas cotidianas, pero no podemos relajarnos, el río es grande, las corrientes inesperadas, el cauce de navegación, marcado por postes metálicos que salen del agua, verdes a la derecha, rojos a la izquierda, no son el camino para nuestras pequeñas embarcaciones, todo lo contrario, debemos evitarlo para no interferir en la navegación y remar lo más próximo a las riberas, aunque así estamos fuera de la corriente principal y el fluir es más lento.
Llegada a Alcoutim, en la orilla portuguesa
Embarcadero de Sanlúcar del Guadiana, el pueblo gemelo de la orilla española
Cada vez que cambiamos de margen para ir trazando el rumbo que acorte las curvas, debemos estar atentos a los barcos que navegan y hacernos ver para evitar un abordaje.
En dique seco para reponer los materiales. El último arreglo hasta el mar.
La lucha contra la corriente en la etapa de ayer debió advertirnos de la importancia de la hora de navegar y la duración de la travesía, pero Alcoutim forma pareja con Sanlúcar del Guadiana y no podíamos seguir sin hacernos ver y saludar a los dos pueblos blancos. Ya no hay puentes, ni molinos, que se refugian en los afluentes, pero desde que existen las poblaciones, un barco cruza a la llamada desde la otra orilla y te devuelve cuando has resuelto tus asuntos comerciales o amistosos.
Restaurando los fondos del barco con enea En un intento de ganar flotabilidad con cañas
En una rampa de atraque del pueblo portugués, en la margen derecha, por donde desciende el equipo de apoyo, llevamos a cabo el último refuerzo de los fondos de nuestros barcos, hemos ido reservando unos haces de enea para el final y ahora esperamos que nos proporcionen la flotabilidad suficiente para completar la travesía.
Algunas cañas, que flotan formando balsas que suben y bajan al ritmo de las mareas, las aprovechamos también para reforzar uno de os barcos, cuya línea de flotación iba peligrosamente a ras del agua.
Partiendo de Alcoutím
Repartimos nuestras atenciones entre ambos pueblos; el Castillo Nuevo está lleno de tableros de alquerque grabados en lajas de piedra, un juego islámico que descubrimos en el suelo de los molinhos de Ajuda, ciento cincuenta kilómetros agua arriba. Enfrente, el castillo blanco reluciente de San Marcos, en Sanlúcar, cuyo alcalde supo valorar nuestro esfuerzo y el espíritu de esta aventura y nos dio refugio en instalaciones municipales, más acogedoras que el frío suelo entre camiones de las cocheras de los bomberos de Alcoutim. Él nos mostró los intentos de salvaguardar la artesanía de la caña que echábamos de menos desde que vimos a esta planta dominar las riberas con matas salvajes e impenetrables.
Una de las dos grandes curvas aguas abajo de Alcoutim Desplegando una pequeña vela de apoyo a la navegación
Entre estos pueblos gemelos y Guerreiros do Rio el cauce describe dos curvas perfectas, inmensas, en donde navegando cambias totalmente de dirección, una la del Pontal, la otra en Montinho das Laranjeiras, de tan hermoso nombre, donde una villa romana ha contemplado impasible el trasiego de gentes, barcos y productos de la tierra y del río.
Acercándonos a un velero tras la barrera de cañas de la orilla
Llegar a Gerreiros do Rio en marea baja nos obliga a superar la larga rampa de su embarcadero llena de sedimentos oscuros y pestilentes que dificulta el arrastre de los barcos. Los pescadores observan nuestro esfuerzo desde el muelle y los más jóvenes y fuertes descienden a ayudarnos sin dudarlo. Nos sentimos halagados, como si nos hubiésemos ganado el formar parte de su oficio de navegantes.
Rampa de desmbarque en Guerreiros do Rio
En este vídeo podéis ver lo complicado que era avanzar cuando la marea empezaba a subir, horas interminables de una experiencia inolvidable.