Embarcar en Mértola, sabiendo tan cerca el océano, es una experiencia emocionante, porque aquí ya se manifiestan las mareas y la hora de descender tiene que ser calculada meticulosamente. Y este pueblo orgulloso, que anhela volver a ser marinero, nos despide desde su atalaya mientras sigue preparando su Festival Islámico para continuar con la tradición de acoger culturas hermanas..
El descenso integral del río Guadiana en proto-embarcaciones de fibras vegetales Abril-mayo de 2016
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GYPSY JAZZ/GITAN
EN BUSCA DE UN MAR CERCANO
Un día gris despide a la bella Mértola
Un cielo amenazador nos cubre desde la salida del viejo embarcadero de origen milenario, las tablas de mareas que nos ha facilitó la Comandancia de Marina necesitan una conversión según la distancia al mar y adecuarlo a la hora portuguesa, un cálculo fallido por la imprecisión de la distancia exacta al mar. Los pescadores del lugar lo tienen claro, pero sus recorridos de pesca, más cortos, se adaptan a la bajada del río para luego subir con la marea.
Una última mirada a la hija del Guadiana
La primera gran curva del río tras pasar Mértola
Esta dinámica de flujos del río no fue bien valorada por nosotros, de modo que la meta de la etapa en Palanqueira, frente a Pomarao, en la desembocadura del Chanza, no llegamos a alcanzarla.
Descendiendo con los barcos casi hundidos por su propio peso, la línea de flotación es tan baja que debemos llevar puestos los neoprenos; vamos por un río con caudal y anchura suficiente, recorremos riberas con mimbres, fresnos y cañas y tras ellas, laderas bien conservadas con bosque y matorral mediterráneo, en donde destacan de vez en cuando grandes rocas, muchas de ellas con nombre propio, Rocha do Vigário, Rocha Vermelha, Rocha do Canavial… que el río rodea describiendo grandes curvas que hacen perder de vista a los navegantes desde los equipos de seguimiento y apoyo, que bajan también el río asomándose inquietos a los miradores.
Unas barreras inesperadas, quizás estructuras para la pesca
A las azudas de los molinos que aguas arriba de Mértola impedían el paso a los barcos, las sustituyen en este tramo vados sólo visibles en bajamar y unas estructuras inesperadas; barreras de piedras algunas casi derruidas, otras como un muro, que cruzan el cauce formando un embudo forzándonos a pasar por él.
Pasando el estrecho se acentúa la corriente
Ahí se concentra la fuerza de la corriente y si las primeras que pasamos aceleraban nuestra marcha, conforme avanzábamos y el río comenzó a subir, no por esperado menos sorprendente, cada paso por los estrechamientos se convierte en una lucha contra la corriente que superamos con gran esfuerzo.
Acercándose a un punto de encuentro a mitad de etapa
Descanso a medio camino en un rincón de pescadores de caña
Desde el río no pueden verse las siete u ocho casitas del pueblo de pescadores de Penha d’Águia, que se esconde entre la vegetación en alto, sobre la orilla, en previsión de las crecidas. Conserva una rampa de embarcadero y un moderno pontón flotante donde se amarran algunas lanchas con sus trasmallos y montones de ova verde de haberlos limpiado recientemente. También un velero, menudo, elegante, avanzadilla marinera, con el mástil apuntando a la Rocha dos Grifos, donde criaban los buitres en otro tiempo.
El primer velero del río que nos habla del mar
Se acerca un barco pesquero, vamos a poder hablar con alguien, el pueblo que hemos recorrido está cuidado pero vacío, quizás podamos contar cosas de peces y de barcos, vamos a ver qué artes usa y los resultados de sus lances. En algunas épocas del año el río traía peces del mar como los róbalos y corvinas que subían en verano a desovar. En este tramo de río, treinta y cinco familias de pescadores, antes de que la contaminación envenenara todo a su paso 1983, sacaban a diario una tonelada de peces del río. De nuevo historias de ayer.
En la ardua tarea diaria de sacar los barcos del agua
La corriente ascendente nos impidió llegar a Pomarao, el antiguo manzanar que los ingleses convirtieron en un gran puerto de atraque para los cargueros del material extraído en las Minas de Sao Domingos, para ello tuvieron que dragar el río desde la desembocadura y hacerlo navegable a barcos de gran calado. Una revolución económica y social para el Bajo Guadiana que acabó con el abandono de las minas y el puerto en 1965 y el adiós de los cargueros que bajaban los minerales y subían otros bienes de consumo, como cuando los fenicios y los romanos y los árabes, como siempre desde que le río es río y los humanos poseen el espíritu del conocimiento, el intercambio y la aventura.
Fin de etapa en Peña d´Águia, al fondo la Rocha dos Grifos