Nos enfrentamos al segundo gran lago encadenado, sabemos lo que nos espera, kilómetros de aguas quietas, apenas agitadas por las lanchas rápidas y los saltos inesperados de las carpas. Alguien tendrá que “echarnos un cabo”.
El descenso integral del río Guadiana en proto-embarcaciones de fibras vegetales Abril-mayo de 2016
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Chris Spheeris & Paul Voudouris: Maya
LOS GRANDES LAGOS EXTREMEÑOS II – Puerto Peña de los buitres
Tas la noche acogidos en la escuela de Villarta de los Montes, el equipo expedicionario decide que sólo dedicaremos una jornada a cada uno de los tres embalses. El lentísimo progresar de nuestras embarcaciones nos llevaría de dos a tres días de navegación en cada uno de ellos, hasta completar los 117 kilómetros de aguas domesticadas, más allá del tiempo previsto para conseguir llegar al Atlántico, un mes.
Puerto Peña, un paisaje que nos sobrecoje
Pasamos de largo por Helechosa de los Montes atravesando matorrales de encina y pinos piñoneros para despedir esta comarca que tantas sensaciones nos ha provocado, camino del Portillo del Cíjara, límite de provincias y de regiones; a partir de aquí el río gira hacia el sur, veníamos navegando hacia el noroeste desde la desembocadura del Jabalón, alejándonos de mar.
Una parada técnica en la Barca, una cita y un almuerzo en tierra firme
Avistamos las dos centrales hidroeléctricas que aprovechan, en una concesión para la eternidad, los 45 kilómetros de valle inundado.
Más abajo la extraña Casa Palacio del mismo nombre y de inmediato la cola del Pantano de Puerto Peña, que denominan oficialmente García de Sola, el ingeniero que fuera primer presidente del Plan Badajoz. Un tramo de seguridad excluido de la navegación por la cercanía a los 80 metros de altura de hormigón con cinco aliviaderos que pueden desembalsar cuando convenga.
Encuentro a mitad del camino
Buscamos para embarcar un punto significativo de un indudable valor cultural y simbólico, el Dolmen de Valdecaballeros, aislado por las aguas en el Cerro de la Barca, ahora una península que resalta aún más su carácter místico, ancestral; su cota por encima de los 350 metros ha salvado al milenario monumento funerario de desaparecer sumergido y con él sus grabados indescifrados aún, en el siglo de los iconos.
De nuevo a bogar en plan gondolero En donde la orilla lo permite se progresa más rápido caminando por el agua
Su playa sur está a un tercio de camino hasta la presa y desde ahí, ante la sorpresa de los patrones de las rápidas lanchas fueraborda, vamos bogando lentos, como galeotes cansados, en una lámina de agua que se ondula al paso de ellas.
Entre las ondas de las lanchas deportivas Una travesía entre montañas
Es el primer día de calor intenso que se acentúa al ir por el fondo de un valle abrigado de los vientos por picos y farallones verticales, en donde sitúan sus nidos las rapaces de las rocas, el halcón peregrino, el águila real, los buitres leonados, gran duque amo de la noche y también la esquiva cigüeña negra cuyo nido observamos silenciosos desde el agua, todos estos hábitat y especies conforman un nuevo espacio protegido por el que transita la expedición.
Sorteando las ondas se rompe la monotonía de este navegar calmo
Muchos peces pequeños son atraídos a la sombra de estas estructuras vegetales sobre las que flotamos y picotean los jirones de fibra de enea que arrastramos; calandinos, pardillas, barbos comizos, bogas del Guadiana, únicos, amenazados por la introducción de especies extrañas a estas aguas, desapercibidos para los que van sólo a la captura de grandes ejemplares de barbos, carpas y lucios.
En un pantano mágico
Va cayendo la tarde y aún no divisamos la presa, cada lancha que nos sobrepasa es una turbulencia, una hermosa pero incómoda batería de ondas que rebotan en las orillas y regresan, las paredes verticales de cuarcitas antes doradas por el sol ahora nos sobrecogen.
El gran vigía
Quieto, disfrutando el momento, un pescador en su bote, nos dirigimos a él que nos ve llegar como una aparición, silenciosos al ritmo de los galápagos que hemos ido viendo asomar sus cabezas, nos sonríe y nos echa un cabo. No hay expresión más real y marinera para la ayuda que nos aproxima al embarcadero de la presa antes de la puesta del sol.
Allí llegan
Situada en una impresionante cerrada que sobrevuelan los buitres en vuelo coronado y se encaraman los cormoranes con las alas extendidas puestas a secar tras sus inmersiones de pesca, es la última estribación de los Montes de Toledo, la puerta de entrada a la Siberia, extrema y dura.
En la operación diaria de sacar los barcos en ocasiones contamos con amigos
Bajo la presa nos recibe el camping, sin más requisitos, los primeros en contestar en nuestra demanda de alojamiento cuando preparábamos hace meses la expedición, orgullosos de acogernos y nosotros de conocer a gente así. Será nuestro refugio y nuestro descanso a la mitad del camino.
Nos queda el tercer gran lago artificial, pero eso ya será otro día.
Cuando crees haber conocido todo tipo de viajes y de viajeros, aparecen dos tipos recorriendo el curso del Guadiana en dos barcas de paja. Todo un descubrimiento. Su forma de ver las cosas, el cuidado y respeto por el entorno, el tiempo y el espacio compartido…
Maykol y Alex, personas que dejan huella interior. Un orgullo y un honor que, después de unos años ya, la palabra amistad sigue teniendo contenido. Y compartiendo también la idea del viaje en la que importa tanto lo que se ve como lo que se siente. Una bonita historia que comenzó en Puerto Peña, entre dos embalses del Guadiana.
Álvaro Sánchez
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