Perdida la cuenta de las ruinas de los molinos sorteados, la mayoría también puentes sobre el río, seguimos el curso tras pasar el simbólico Puente de Alarcos, puerta de paso hacia un tramo más prometedor en cuanto a caudales. En esta etapa tenemos también como referencia un puente-contadero, una reliquia de la trashumancia
El descenso integral del río Guadiana en proto-embarcaciones de fibras vegetales Abril-mayo de 2016
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LA FLAUTA DE HUESO DE ALARCOS, EDUARDO PANIAGUA – Dulce Brisa, Tras La Batalla
EL PUENTE DE LAS OVEJAS.
Buscando un caudal suficiente para la navegación en nuestras mínimas embarcaciones, casi flotadores vegetales, nos dirigimos al molino de Albalá, una gran estructura para obtener energía eléctrica de la fuerza del agua, una transformación que tuvieron muchos de los molinos harineros, sustituyendo algunas de sus piedras por generadores las primeras décadas del siglo pasado, aunque sin alcanzar las dimensiones de este elevado edificio anclado como un buque en el mismo cauce.
Grabando el acceso a Albalá
Pero hoy, el agua que discurría tímida por esta monumental ruina ni siquiera era navegable y tuvimos que desistir de embarcar.
Despedimos ya los últimos volcanes del Campo de Calatrava, el de la Posadilla y Peñarroya al norte, con sendas lagunas ocupando sus cráteres, y Cabeza Segura, explotado como cantera, en su margen izquierda y seguimos buscando un punto de embarque accesible.
Los barcos esperan a conocer el estado del río
El cauce se protege ahora ya en algunos tramos con un bosque de ribera, esos bosques lineales tan importantes para la vida de los ríos, para frenar las avenidas, sombrear el agua, enriquecer las formas de vida vegetal con mimbres, álamos, fresnos, olmos, zarzales y enredaderas y dar cobijo a su fauna asociada, mirlos, ruiseñores, currucas, chochines, oropéndolas, lavanderas… también a las esquiva nutria, la inquieta comadreja o la ágil garduña, fantasma nocturno de la maraña de Geldres, otras ruinas de este tramo con encanto natural.
En los elevados chopos de Albalá se situaba la tercera colonia de cigüeñas que veíamos en nuestro viaje, tras la de las Tablas y Sancho Rey. Desde lo alto de sus nidos nos observaban ellas también a nosotros con atención.
Albalá, un buque abandonado anclado en mitad del cauce
Una marcada curva al sur y el río, casi oculto por la vegetación, entra en una cerrada en la que se sitúa el molino de los Rodeznos, nombre molinero donde los haya pues lo toma de la rueda motriz de paletas que, movida por el agua, trasmite su giro directamente a la piedra volandera, la muela que tritura el grano, siendo el tipo de molino más simple desde el punto de vista tecnológico y también el más antiguo. Hemos pasado ya junto a tantos molinos arruinados, conocidos gracias a los estudiosos que se interesan por ellos, todos incluidos en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra. Ojalá sirva para salvar a alguno de ellos.
Guardando distancia con la colonia de cigüeñas
Iremos atentos a todos estos ingenios pues vamos a tener oportunidad a lo largo del río de ir viendo su distinta tipología y formas para resistir al paso del agua y de los siglos, a fin de cuentas son la forma más contundente de aprovechamiento del río.
Acceso al río aguas arriba del Puente de las Ovejas
Pasamos la desembocadura del Jabalón que, tras retorcerse entre coladas volcánicas, llega exhausto después de atravesar cansino todo el Campo de Montiel, en donde regala sus aguas a los embalses de la Cabezuela y La Vega, setenta y cinco millones de metros cúbicos de agua que no irán ya jamás al Guadiana.
Con el caudal mínimo para nuestros barcos
Llegando al puente-contadero
Pero, al igual que en Alarcos, había que pasar, aunque fuera tirando de los barcos, bajo los ojos del Puente de las Ovejas, asociado al ancestral mundo de la trashumancia, pues este paso de las Cañadas Reales Soriana y Segoviana, ya unidas en una sola a partir de Alcolea de Calatrava, no es ni más ni menos que un antiguo contadero de ganado, con el objeto de cobrar un impuesto de paso por él, el pontazgo, de manera perfectamente controlada, a los ganados que se dirigían desde las frías tierras del norte a los acogedores pastos del ya cercano Valle de Alcudia.
La llegada a la base del Puente
Y así lo hicimos, ensayando después un vivac bajo uno de sus ojos, al reguardo del aguacero, modesto homenaje a los valerosos nómadas que aún hoy se resisten a dejar de serlo, una reivindicación de caminos y abrevaderos, un símbolo inequívoco de libertad.
Los barcos una vez pasados los ojos del puente afortunadamente restaurado
Este puente llamado también de las Merinas, una raza de finos vellones de lana, con su forma de embudo para facilitar el conteo de los animales, es un elemento arquitectónico singular que forma parte de nuestro patrimonio histórico junto con su entorno natural, una fresneda que amenazan las podas indiscriminadas y la pérdida de caudal del río.
Al abrigo de uno de los ojos, rememorando a los pastores nómadas
Nuestro tributo por pasarlo fue soportar de nuevo una nubá que, según avanzaba la noche, convertía los caminos en canales en los que parecía que navegábamos, esta vez a bordo de todoterrenos embarrados.
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